Amanda Black 4--La Campana de Jade by Juan Gómez-Jurado

Amanda Black 4--La Campana de Jade by Juan Gómez-Jurado

autor:Juan Gómez-Jurado
La lengua: spa
Format: epub
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España


13

—Quién ha sido? ¿Cómo podían saber que veníamos? —preguntó Eric a gritos.

El camión avanzaba por las estrechas calles de Katmandú. No teníamos ni idea de quién conducía ni de quién nos había ayudado, ahora sólo nos quedaba esperar a llegar a donde quisiera que estuviésemos dirigiéndonos.

—Imagino que habrá sido Irma Dagon. Está aquí. Lo que no sé es cómo se ha enterado de que veníamos.

—¿Cómo que está aquí?

—Fui a verla —confesé—. Su secretario me dijo que estaba de viaje en Nepal...

—Pero ¿por qué no me lo dijiste? —El reproche que su tono dejó entrever era merecido. Más que merecido, en realidad. Tendría que haberle contado todo lo que sabía, al fin y al cabo, estaba arriesgándose sólo por ayudarme a dar con mi madre.

—No lo sé... Pensé que te enfadarías...

—Vale, está bien... Tenemos cosas más importantes en las que pensar, como, por ejemplo, ¿quién nos ha sacado de la cárcel?

Lo medité durante unos segundos. No estaba segura de lo que iba a decir, pero tampoco encontraba ninguna otra explicación lógica.

—¿Mi madre? —pregunté.

—Podría ser... Pero tampoco tiene mucho sentido —contestó Eric—. ¿Cómo sabía ella que volábamos hacia Nepal?

—No lo sé... Ahora mismo lo único que me preocupa es que no vuelvan a cogernos.

Las sirenas de los coches de policía se escuchaban no muy lejos, por detrás de nosotros. Continuaban persiguiéndonos.

Poco después, el camión comenzó a reducir la marcha y, cuando se detuvo, Eric y yo nos quedamos muy quietos, esperando a ver el rostro de nuestro rescatador... Bueno, yo en realidad estaba esperando ver la cara de mi madre.

El chasco fue tremendo cuando un hombre de ojos rasgados y pelo oscuro que hablaba un idioma que no entendimos nos animó a bajar del camión.

Bajamos sin saber muy bien qué hacer a continuación.

Nos encontrábamos fuera de la ciudad, no sabíamos la distancia exacta, pero las luces quedaban bastante por detrás de donde estábamos. Si nos dejaba allí tirados y se largaba por donde había venido, no se me ocurría más solución que regresar a Katmandú, llamar a la tía Paula y pedirle que viniese a buscarnos. Vamos, lo último que deseaba hacer yo.

El hombre comenzó a hablar muy rápido y a señalar hacia un río, supuse que sería el Bagmati, el río que atraviesa la ciudad de Katmandú, pero tampoco me paré a preguntarle. No había tiempo para preguntas, ni tampoco había un idioma en el que entendernos en el caso de haber tenido ese tiempo. Ni él parecía hablar mi idioma ni yo tenía ni idea del suyo.

Eric y yo corrimos hacia el caudal de agua. Seguíamos sin tener ni idea de nada, sin saber muy bien qué se suponía que teníamos que hacer una vez llegásemos al río. A nuestra espalda escuchamos el sonido del motor del camión al arrancar y ponerse en marcha. Miré por encima de mi hombro sólo para confirmar que avanzaba por la carretera, alejándose de las sirenas que podíamos escuchar cada vez más cerca.

—¿Qué hacemos? —se asustó Eric parando la carrera.

—¡Yo qué sé! Corre hacia



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.